Agualava


Agualava

Agualava cae de mi sexo.
Aguafuerte de químicos poderes.
Agua de prisión desmedida.
Agua de pequeña prostituta subterránea.
Agualava cae de mi sexo.
Pintado artilugio de mis labios.
Agualava aguaceite en borbotón de añeja ingle carcomida.
Agualava aguaceite de espeso puntapié en caída libre.
Agualava en queja de paracaídas.
Agualava en frotación constante.
Agualava por vos mi amor de veinte identidades.
De a sorbos te ofrezco mi agualava paraíso.
Mi edema ensanchada.
Mi rocío de muslo disgregado.
Yo te ofrezco mi dulce artimaña de gacela.
Mi amague de nudo.
El ardor de mi ojo de circo.
O el timbal de cópula en permanencia.
Gruta áspera de pico que penetra
la púrpura pluma de aire cuando gozo.
Agualava y su fluir en cauce anónimo.
Agualava y su tambor en talle de gladiolo.
De gorjeo.
De gruta acorazada.
Agualava por vos mi amor de quince abrazos.
Agualava aguapéndulo de piedra para ser fundido en franja de furia.
- NDR: la autora de esta nota es dramaturga y directora de teatro, actriz y periodista, profesora en Letras.
- Nota relacionada:
Patricia Díaz Bialet: diálogo con una joya de la poesía argentina 
http://www.salta21.com/spip.php?art...

eros de Patricia Diaz Bialet



(...)absolutamente desprejuiciadas como exclama el poema “Por qué hay que tener amantes (I)” entre versos tales como “que no interrogue piojos pensamientos” (…) “no la culpa de niña aburguesada/ ni los reproches de asco a mi regreso” (…)
“al amante se le ofrendan los pezones ya probados
el tambor de vicio que comienza en el ombligo
la hermosa abertura de paraguas
las aristas volcanes
los quejidos de bordes ensanchados
el rapé de horma enrojecida (…)”
Frag de poesía erótica de Patricia Diaz Bialet.

Cómo me dejas que te piense



Cómo me dejas que te pienses!
Pensar en ti no lo hago sólo, yo.
Pensar en ti es tenerte,
como el desnudo cuerpo ante los besos,
toda ante mí, entregada.
Siento cómo te das a mi memoria,
cómo te rindes al pensar ardiente,
tu gran consentimiento en la distancia.
Y más que consentir más que entregarte,
me ayudas, vienes hasta mí, me enseñas
recuerdos en escorzo, me haces señas
con las delicias, vivas, del pasado,
invitándome.
Me dices desde allá
que hagamos lo que quiero
-unirnos- al pensarte.
Y entramos por el beso que me abres,
y pensamos en ti, los dos, yo sólo.
Pedro Salinas (1891-1951)