Nada de prudencia

Nos habíamos destinado un ángel para las noches de lluvia.
y una pieza de violonchelo para que las cuerdas hablen...



Eras dragón y el agua que te formaba
me hacía navengante en tierras insondables,
ansiando el fuego por la boca
eternauta de tus fauces...
El I ching me había aconsejado 'prudencia'
e hice lo contrario:

Siempre que la mirada oculta esa sonrisa
contradigo los designios
sin pensar que por ancestrales, los símbolos
saben de antemano el poder de dos labios
sobre un 'Scorpion' que en su  viento de fuego

 lleva en los dientes el estigma de la sangre.