Imagino un bosque de Minervas interpretando harpas y el sonido brotando de la madera antiquísima, como si fuera agua de un planeta no descubierto.







Fuego de hordas pintadas al óleo desde el principio de los siglos, recuperan la sangre alzada en boas de suavísima lengua.






Balbuceos del aire recién nacido al cielo…






Gorjeos de un Gólem que no se recupera del sueño y es rojo como la arcilla de ciertos desiertos...






Y me pregunto que hago aquí, en esta tierra que gira sus párpados y no mira las marcas que trae mi alma, ni las huellas de mis letargos.






Ni le importa mi niñez ni la arboladura de mi raza.








Oh, dioses del desamparo


hechos de barro y menguantes lunas circulares.






Sálvenme de la cordura de pensarme frágil. De la tentación de saberme fuerte y sin embargo, caigo…






Caigo a la frente coronada de naranjos de mi pasado. Me levanto invicta de lágrimas pero llorando.






Arrójenme al agua que no se ve, pero su rumor atormenta la rosa de los vientos y extravía a los pájaros. Piénsenme humana a la manera de Jano, con olivos lleno de espinas y manzanos…






Que yo sabré que hacer con mi niña inmóvil.


Con estas manos.